¿Por qué conformarse con una reproducción impresa cuando puedes tener una buena copia original de

¿Por qué conformarse con una reproducción impresa cuando puedes tener una buena copia original de
"La noche estrellada" 1889, Vincent van Gogh. Copia facsímil realizada con acrílicos sobre cartón por Francisco R. Mayoral (1996).

jueves, 13 de diciembre de 2012

Díptico de luces y sombras (acrílico sobre tabla, 2002)


Dos piezas independientes que conforman una sola imagen visual, luces y sombras inseparables

Los poetas juegan constantemente con la luz y la sombra, aún más que con la realidad y el deseo; pues tanto la realidad como el deseo son sentidos como luz o como sombra. El deseo se expresa como algo luminoso en algunos poemas o como algo oscuro en otros. Así como la realidad también es expresada en sus aspectos luminosos y sombríos, según la enfoque la mente del poeta. Al fin y al cabo, estamos en un mundo donde se vive constantemente la experiencia del contraste entre la luz y la sombra.

Conocer la sombra por experiencia es un camino posible, pero duro y difícil, y el resultado es el testimonio de melancolía y callejón sin salida que a veces comunican los versos. Hecha la oscuridad, el poeta busca alguna luz para alumbrar su entendimiento. Una y otra vez, a lo largo de los años y de los poemas, nos brindan sus autores la lucha de la luz con la sombra en su interior.

El poeta es capaz de embellecer con la palabra incluso los estados indeseables de la mente. La soledad es luminosa o sombría según el estado mental con que la vive el poeta. Escribir desde el cansancio sombrío puede seducir a los demás o calmar de momento la necesidad de luminosa comunicación. La mente del poeta a veces es arrastrada hacia la sombra u orientada hacia la luz en un constante vaivén.

Desde estas reflexiones e incapaz de plasmar en versos rimados la serena soledad preñada de luz y las  inevitables zonas umbrías que ella provoca, surgió la necesidad de pintar este poema simbólico narrado en dos piezas independientes y complementarias.

En el díptico pictórico, como en la vida, la dualidad es una constante. Hay dos piezas libres e independientes, con contenido y vida propias cada una de ellas. Podrían estar en espacios y tiempos diferentes. Sin embargo, cuando se unen, toman su significado completo, nuevo, diferente... pleno. No pierden su esencia, pero comparten las luces y sombras que inunda el espacio interior desde la ventana que les es común. Uno junto al otro, componen un nuevo elemento bañado de la intensa luz que es más apreciable por las sombras que proyecta. Son diferentes, pero llamados a formar un todo... en las luces y las sombras.


Acrílicos sobre tabla.
Formato de cada pieza: 50x40 cm
No disponible (puede duplicarse por encargo en formato a medida). 


domingo, 25 de noviembre de 2012

Fuerza de mujer al desnudo (acrílicos sobre cartón, 2001)


Podría ser que Pablo Picasso quisiese reflejar en esta obra la indoblegable fuerza de la naturaleza femenina.

Cuando escribo estas líneas, han transcurrido unos once años desde que descubriese este cuadro de Picasso, hasta entonces completamente desconocido para mí. Sin embargo, aún recuerdo la honda impresión que me causó este sorprendente tratamiento del desnudo femenino, especialmente en un pintor de sensualidad carnal tan desbordante como fue el admirado Pablo Picasso.

Francamente, no recuerdo el título con el que el creador de la obra original bautizó a esta escultórica pintura. No lo he encontrado pero lo considero irrelevante. Da igual cómo se llame, lo importante es la emoción que transmite. El sentimiento interior de quien contempla y vive la recia imagen, empatizando con ella.

A mí me transmite un carácter netamente simbólico que refleja la fuerza de la naturaleza femenina en abstracto. La fortaleza de la mujer genéricamente considerada. No es un retrato; el rostro carece de facciones identificadoras lo que acentúa su probable intencionalidad generalizadora.

La firme rudeza, casi viriloide, de la musculatura, remarcada con cincelados trazos firmes y colores sobrios, sólo se ve explicitada como femenina por los redondeados senos del torso. Sus manos, sin embargo, carecen de dedos acariciantes, más bien evocan los guantes de un boxeador. Todo contribuye a reforzar una suerte de advertencia... de aviso para navegantes desinformados.

La postura, aparentemente relajada, transmite más seguridad que descanso... Fuerza latente, musculatura tensada. Con un punto de rudeza y agresividad que podría ser amenazante. Como si anunciase el daño, el inmenso dolor, que una mujer puede llegar a hacer si así lo decide, por dulce y tierna que se haya mostrado previamente.

Un cuadro fascinante, tan lleno de sobria energía como carente de frivolidades cromáticas. No se precisan más colores. Como en el caso del famoso "Guernica" del mismo artista, serían un estorbo gratuito e innecesario.

En 2001 no pude resistir la tentación de intuirlo al pintar la copia facsímil que preside este comentario. Más tarde no pude evitar vivirlo.

Espero que sintáis lo mismo que sentí y siento cada vez que lo contemplo...


Acrílicos sobre cartón.
Formato: 60x70 cm
No disponible (puede duplicarse por encargo en formato a medida).


sábado, 3 de noviembre de 2012

El abuelo Vincent (acuarela y anilinas sobre cartón, 2001)


Si Vincent van Gogh hubiese llegado a viejo...

La intensa y truncada vida de Vincent van Gogh nos legó su apasionada, delirante y diferente visión de la luz y el color que, al dejar esta vida, permaneció brillando eternamente en el cielo oscuro y eterno de su ausencia, como las rutilantes estrellas del firmamento de su genial obra "La noche estrellada".

Resulta un tópico frecuente el comentario sobre lo que sentiría Vincent si "levantara la cabeza" y contemplase, con indudable estupor, la dimensión y el valor económico que sus obras han alcanzado, años después de que su hermano Théo pelease hasta la extenuación por intentar vender sus cuadros infructuosamente.

Un buen día del año 2001, se me ocurrió dar una "vuelta de tuerca" más al tópico, para imaginar su vejez. Su aspecto y ánimo, en el supuesto de que no hubiese fallecido cuando decidió partir. De ese pensamiento imaginario surgió la imagen que este cuadro representa...

Así nació, en manchas de color aguado y apresuradas, este anciano de roja barba que recuerda su pasado real con mirada cargado de firmeza y dolor, aunque orondo y satisfecho de su vida artística, contemplado, ¿por una nieta o amante tardía? con mirada de tristeza compasiva, la admiración y respeto que su trabajo, personalidad y éxito merecieron desde un principio, al margen de lo tardío del reconocimiento posterior.

Sirva como homenaje personal a mi admirado maestro.

Acuarela y anilinas sobre cartón.
Formato: 40x30 cm
No disponible (puede duplicarse por encargo en formato a medida).


martes, 12 de junio de 2012

La espera (óleo sobre lienzo, 2000)


Luz del mediodía, brisa marina que ondea en falda y banderas... dulce espera

Ella, asomada al balcón abierto de par en par, frágil frontera entre lo externo y el interior, ha abandonado en ese momento congelado el espacio de soledad íntima, buscando la emoción contenida de experimentar la serena y dulce espera. La llegada de quien utilizará otra taza para acompañar con nuevo calor la que reposa en la mesa. Mientras, ella percibe con pasión el aroma marino del aire y el latido de la vida circundante.

Debemos la esencia de la descripción precedente, acerca de la escena de la pintura, a una amiga enamorada de este cuadro sencillo, pero amable y lleno de luz y belleza. Seguramente algo así es lo que me llevó a pintarlo en el año 2000, creo que recreando una obra de Raoul Dufy, aunque, ahora, el tiempo transcurrido nos hace dudar.

Espero que el espectador comparta que este cuadro, indudablemente "fauve", tiene algo que cautiva.  Una suave fuerza que emana de su serenidad y la armonía de la luz y colores. Sin duda es uno de mis favoritos.

Óleo sobre lienzo (enmarcado)
Formato: 33x22,5 cm
Tamaño enmarcado: 46x35,5 cm
No disponible.


miércoles, 2 de mayo de 2012

Mi grito (acrílico sobre cartón, 1999)


F. R. Mayoral tituló "Mi grito" su copia facsímil del famoso grito de Munch

Muchos analistas y estudiosos de esta obra, pintada en 1893 por Edvard Munch, se han preguntado si el grito que silenciosa pero intensamente profiere el personaje central del cuadro, era el reflejo de la angustia personal del pintor o si ese grito pudiese  también esconder una crítica a la nueva forma de organización socioeconómica de la época. En definitiva, si Munch grita también contra las injusticias sociales y a las desigualdades económicas que acompañaron a la Revolución industrial. Posiblemente ambas cosas, ya que las obsesiones personales del pintor, bien pudieron causarle una hipersensibilidad ante la problemática social de su momento histórico.

Edvard Much, 1893
Sea como sea, esta obra, recreada en 1999 por nuestro autor Francisco R. Mayoral, cobra pleno significado en esta segunda década del siglo XXI, cuando las circunstancias por las que atraviesa el mundo en general, y occidente en particular, justifican y provocan "gritos" de todo orden contra la insolidaridad, la injusticia y las desigualdades que nos rodean, envuelven y asfixian. Si a Munch le inspiró la estrechez de principios morales y éticos para inmortalizar su grito de protesta, no cabe duda alguna de que hoy volvería a pintarlo con mayor dramatismo, si cabe.


En "su grito", Mayoral ha captado los propios temores y tormentos de Munch que muchos compartimos. La fuerza expresiva se debe en gran medida a las técnicas y efectos pictóricos empleados, la estridencia del colorido y la sinuosidad de las líneas. Junto con el "Guernica" de Picasso, sin duda ha sido la obra que más ha conmovido a nuestro autor durante la realización.

Se expresa la soledad del ser humano y su pesimismo frente las adversidades. El grito de terror trae consigo la tensión y el pánico interior que destruyen la anatomía facial. Los rasgos de rostro desaparecen bajo el gesto. No hay nada de realismo, se representa el interior del individuo simbólico y no el exterior.

La figura del primer plano aprieta las manos contra su cara como signo de angustia y desesperación, mientras que, en segundo plano, aparecen otras personas frías y distantes como queriendo significar que el prójimo no nos ayuda en los momentos de desconsuelo.

El paisaje participa de ese malestar. El cielo encendido y los torbellinos parecen envolver amenazadoramente a la persona que grita. Los colores cálidos y fríos no están compensados, su efecto es agresivo, ofreciendo una imagen angustiada de la realidad social y del mundo interior que padece cada individuo.

Sobre esta obra, su creador explicó:

«Iba caminando con dos amigos. El atardecer. De repente el cielo se tiño de rojo, y sentí el aliento de la tristeza. Me detuve. Me apoyé contra la valla. Mortalmente cansado. Las nubes por encima del fiordo chorreaban un rojo humeante. Mis amigos siguieron avanzando, pero yo me quedé allí de pie, con una herida abierta en el pecho. Oí un fuerte y extraordinario grito atravesando la naturaleza.»

(Edvard Munch)


Acrílico sobre cartón.
Formato: 49x36 cm
No disponible (puede duplicarse por encargo en formato a medida).

miércoles, 25 de abril de 2012

El viejo molino (óleo sobre lienzo, 2002)


La imagen fotográfica pierde la riqueza de texturas de las densas pinceladas

Vincent van Gogh, 1888
En los numerosos paseos y excursiones que realizara Van Gogh durante el verano de 1888, le llamó profundamente la atención este molino viejo de los alrededores de Arles. Lo pintó en esta bella escena en la que encontramos el habitual derroche del color amarillo que tanto atrajo al artista.

En 2002, realicé la copia facsímil por encargo de una de mis hijas que quedó cautivada por la fuerza y colorido de este cuadro al descubrirlo en un póster enmarcado en la consulta de un médico barcelonés. No fue fácil, pero el trabajo quedó ampliamente compensado por el resultado, tanto pictórico como emocional.

El edificio de este "viejo molino" pintado por el genial Vincent se encuentra aún hoy en la Rue Mireille, aunque reconstruido tal como se puede ver en las dos fotografías en color tomadas de la red.


La imagen en blanco y negro que se inserta a continuación es del libro sobre Van Gogh de Marc Edo Tralbaut, quien a pie de foto señala que el viejo molino era conocido antiguamente como "la Torre de Jonquet".


Óleo sobre lienzo.
Formato: 64,5x54 cm
No disponible (puede duplicarse por encargo en formato a medida).

sábado, 24 de marzo de 2012

Limones y hortensia (acrílico sobre cartón, 1996)



Para mi hermano y Berta, pintado en 1996

Nadie como el maestro Matisse para deslumbrar por su expresividad cromática y la distorsión de las formas, representativas del fauvismo. Sus obras se caracterizan por una gran luminosidad, hasta el punto de que se decía de él que llevaba la luz dentro y la trasladaba a sus cuadros mediante sus pinceladas sueltas y libres.

Henri Matisse,1943

Los bodegones de cítricos de Henri Matisse son un verdadero canto al color, él mismo dijo que "oyó cantar los colores". Colores, los suyos, que son como notas de música que componen una deslumbrante melodía visual.

Hacía mucho tiempo que este cuadro de Matisse, "Limones y saxífraga (hortensia)", me tenía cautivado; no me cansaba de admirar el equilibrado ritmo de su composición y la simplicidad de su fuerza cromática. Por ello, no dudé en pintarlo en 1996 para llenar de música y luz el comedor de mi hermano y su mujer.


Acrílico sobre cartón.
Formato: 50x70 cm
No disponible (puede duplicarse por encargo en formato a medida).

martes, 6 de marzo de 2012

Flores para soñar (acrílico sobre cartón, 1996)


Ella dijo: "quiero soñar con flores" y pinté este cuadro para su dormitorio
Lo pinté en 1996 y, desde entonces, cuelga en la pared del dormitorio de una mujer excepcional. Justo sobre el cabecero de su cama, para que sea lo último que contemplan sus ojos antes de apagar la luz y, así, soñar... con flores, todas las noches.

Acrílico sobre cartón.
Formato: 100x70 cm
No disponible (puede duplicarse por encargo en formato a medida).

domingo, 26 de febrero de 2012

Odalisca con pandereta (óleo sobre tabla, 1998)


Indolencia voluptuosa captada por F. R. Mayoral en 1998

Henri Matisse, en los años 20 del pasado siglo, llenó de color la sutil voluptuosidad de sus famosas odaliscas, cuya indolencia, como nota común, parece transmitir la seguridad de unas hermosas mujeres que se sustenta en la confianza construida sobre el atractivo de sus sensuales encantos, de los que hacen alarde sin histrionismo alguno.

Henri Matisse, 1925
Gráciles, sofisticadas, lujosas que no lujuriosas, magnéticas... y siempre indolentes, las modelos que pueblan la colección de odaliscas, nos sumergen en un universo de exotismo oriental evocador de "Las mil y una noches", mostrándose a la vez, tan descaradas en sus posados como inaccesibles; tan paradójicamente carnales como etéreas.

Magistralmente insertadas en contextos y situaciones que sólo la fértil imaginación y el brillante uso de intensos colores del maestro Matisse pudieron concebir y realizar. La "Odalisca con pandereta", pintada por su autor original en 1925, actualmente muestra sus encantos en el MOMA de Nueva York.

Para captar la magia de esta copia facsímil, Francisco tuvo que liberarse de su hechizo y dejar en absoluta libertad la disciplina de los pinceles.


Óleo sobre tabla (enmarcado)
Formato: 35,5x27 cm
Tamaño enmarcado: 45x37,5 cm
No disponible (puede duplicarse por encargo en formato a medida).

lunes, 6 de febrero de 2012

La danza (óleo sobre tela montada, 2003)

"La danza" de Francisco R: Mayoral, óleo pintado en 2003

Siendo muy niño, vi por primera vez la, para mí, genial película de Walt Disney "Fantasía". Fue desde entonces que comencé a sentírme cautivado por la música clásica que la pantalla me había envuelto en maravillosas y mágicas imágenes animadas. Vi aquella película catorce veces, lo que pude permitirme por tener una hermana mayor trabajando como acomodadora del entonces cine Panorama, en la calle Cedaceros de Madrid, del que ignoro su estado actual trás ser reconvertido más tarde en teatro.

La fiesta de imágenes y sonidos me embriagó por completo. Me subyugó provocando toda clase de intensas emociones a mi sensibilidad infantil; desde las más tiernas a las más terroríficas, pasando por la divertida, aunque estresante, secuencia de Mickey como "Aprendiz de brujo".

Ahora, desde el recuerdo más entrañable, tendría dificultades para escoger, de entre todas las piezas sinfónicas de la banda sonora, a una de ellas como favorita. He vuelto a ver la película y escuchado todas, una y otra vez, sin poder evitar que me vengan a la memoria las imágenes de aquel largometraje iniciático.

Sin embargo, muchos años más tarde, hay un sólo caso en el que la espontánea simbiosis con los dibujos de Disney, se ha visto sustituida en mi mente por otra obra de arte vinculada a "La danza de los jóvenes" de "La Consagración de la Primavera" del maestro ruso Igor Stravinski.


Porque, si de pequeño me impactó la música de la historia del desarrollo de la vida en nuestro planeta, descrita y narrada por los expresivos dibujos de "Fantasía"... ¡aquellos dinosaurios! fue, ya de adulto, que me impresionó mucho más, descubrir que el objetivo de Stravinski al componer su obra para ballet fue, según sus propias palabras, "expresar la vida primitiva"; en mi opinión, sacralizada en la danza primaveral de un olvidado rito pagano de fertilidad.

Henri Matisse, 1909-1910
Y, poco después, se produjo la nueva asociación plástica, al contemplar, en uno de mis muchos libros de pintura, a los bailarines inmortalizados en la pintura "fauvista" de Henri Matisse "La Danza".

El cuadro original, pintado por Matisse entre 1909 y 1910, está expuesto en el Museo del Hermitage de San Petersburgo y muestra una fiera utilización de los colores y el delineado de las figuras de los danzantes que transmiten una intensa sensación de movimiento y ritmo.

Es, sin duda, una obra maestra del fauvismo que no pude resistirme a pintar en 2003.

Óleo sobre tela montada en madera (enmarcado)
Formato: 46x55 cm
Tamaño enmarcado: 56x65 cm
Consultar disponibilidad y condiciones.


miércoles, 18 de enero de 2012

El jarrón azul (acrílico sobre cartón, 1996)

Lo que interesó a F. R. Mayoral en 1996 fue la conexión sutil entre el cuadro y su destinataria

Nuestro autor se apercibió de que, más que por la representación de flores abiertas, Paul Cézanne se interesó en esta obra por la modulación del color para destacar la incidencia de la luz y las variaciones de colores que produce sobre los objetos del conjunto. El efecto que este cuadro produjo en F. R. Mayoral fue tan intenso que le impulsó a pintar su copia facsímil en 1998 para satisfacer un encargo con tema de libre elección.

Paul Cézanne, 1889
La delicada belleza de esta pintura evocó en nuestro artista la personalidad de su destinataria, precisamente por su aparente simplicidad y sobriedad, tan alejadas de la exuberancia y la riqueza que podemos encontrar en otras composiciones florales como las de Renoir. El espacio está construido mediante un hábil juego de líneas verticales y horizontales y por un justo reparto de los volúmenes, mientras que la armonía de conjunto se obtiene gracias al sutil empleo de diferentes azules. La composición está centrada en el jarrón colocado encima de la mesa que protagoniza la escena.

Cerca de diez años antes, en Auvers-sur-Oise, Cézanne ya había pintado varios ramos de flores, pero aquí añade un elemento nuevo: las manzanas. Las frutas se destacan por su color y evocan los bodegones frutales, mucho más frecuentes en su obra que los cuadros de temática floral. El artista habría declarado: "En cuanto a las flores, he renunciado a ellas. Se marchitan enseguida. La fruta es más fiel". De modo que este lienzo impresionista se encuentra así enriquecido por la asociación de dos temas a los que debió su título anterior de "Flores y fruta".

Acrílico sobre cartón.
Formato: 52x42,5 cm
No disponible (puede duplicarse por encargo en formato a medida).

lunes, 2 de enero de 2012

La bebedora de absenta (óleo sobre táblex, 1998)


Soledad y decadencia frente a la copa cómplice

Durante la "Belle Époque", París y su bohemia alucinaron con la bebida de ajenjo conocida como absenta que reinó en Montmartre y el Moulin Rouge.

Henri de Toulouse Lautrec, Edouard Manet, Edgar Degas, Paul Gauguin, Vincent Van Gogh, Pablo Picasso, son sólo algunos de los pintores que además de sucumbir a los efluvios alucinógenos del ajenjo, le dedicaron numerosos trabajos. La música, los carteles publicitarios, el cine y, en general, todas las formas de expresión artística rindieron culto y tributo a esta bebida.

Picasso, 1901
Entre las muchas obras pictóricas que se dedicaron al licor y sus adictos, hemos seleccionado este cuadro, pintado en 1901, en el que Picasso plasmó descarnadamente el estado de evasión solitaria producido por el licor alucinógeno.

Su innegable atractivo, sedujo a nuestro autor F. R. Mayoral  que pintó su copia facsímil en 1998.

A principios del siglo pasado, se bebían en Francia millones de litros de absenta al año y era, de todos los licores disponibles, el más consumido entre los parisinos. Pero no sólo París conoció las “bondades” de la absenta; también en Buenos Aires, se bebía en los círculos intelectuales, y no faltaron las letras de tango que le cantaron al elixir mágico, conocido como "el hada verde" por sus efectos psicoactivos y estimulantes de la imaginación y la creatividad.


Óleo sobre táblex (enmarcado)
Formato: 64x49 cm
Tamaño enmarcado: 72,5x57,5 cm
Consultar disponibilidad y condiciones.

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