¿Por qué conformarse con una reproducción impresa cuando puedes tener una buena copia original de

¿Por qué conformarse con una reproducción impresa cuando puedes tener una buena copia original de
"La noche estrellada" 1889, Vincent van Gogh. Copia facsímil realizada con acrílicos sobre cartón por Francisco R. Mayoral (1996).

domingo, 31 de agosto de 2014

Sola en el lecho (gouache sobre cartulina, 1973)


Las sábanas se hacen infinitas cuando son la única compañía. Obra propia. F. R. Mayoral, 1973

¡Qué inmensa puede resultar una cama cuando sólo un desnudo reposa en los recuerdos!

Ella espera... ¿Él se ha ido ya o no ha llegado todavía? No importa si la escena es antes o plasma el después. Lo que puede arrugar el alma, mucho más que las sábanas, es que sea "en vez de". Con la clamorosa presencia de la ausencia.

Por tributo a la estética de la belleza femenina que tanto admiro, la protagonista de este cuadro es una mujer... Pero el sentimiento que lo inspiró no distingue de sexos. El desvelado vacío que se expresa en la metáfora de su soledad en el lecho también lo puede sentir un hombre... Y, de hecho, lo sentía el autor en 1973, cuando pintó este sereno lamento.


Gouache sobre cartulina.
Formato: 34,5x50 cm
No disponible (puede duplicarse por encargo en formato a medida).

sábado, 30 de agosto de 2014

Albergo Reichmann (grafito sobre papel, 1972)


Dibujo a lápiz realizado por encargo en 1972











Recientemente escribí respecto a una determinada fotografía que la belleza no siempre reside en el color superficial ni en la suavidad de las formas. Es la magia de luz lo que la produce.

Y mágica me pareció la luz que iluminaba este antiguo grabado publicitario de un romántico hotel milanés en el que reina la perspectiva. El tamaño de la reproducción original que llegó a mis manos era minúsculo, de no más de ocho cm de anchura.  Tal circunstancia hizo muy compleja la labor de trasladar su abigarrado contenido, predominantemente arquitectónico y geométrico, a la proporción del cuadro que hoy colgamos en esta galería, cuyo formato final tiene más de un metro de ancho.

Muchos son los recuerdos que el proceso de realización de este dibujo mantiene anclados en mi memoria, pero lo importante en el presente es la demostración palpable de que cualquier obra es duplicable, en cualquier técnica y formato, siempre que se respeten las proporciones y se cuiden los detalles. En color o en blanco y negro.


Grafito sobre papel.
Formato: 105x73 cm
No disponible (puede duplicarse por encargo en formato a medida).

domingo, 24 de agosto de 2014

Ritual de seducción (gouache sobre cartón, 1974)



Obra original de Francisco R. Mayoral, 1974







Todo ser humano con un mínimo de imaginación se deja llevar por ella para fantasear con esos sugerentes momentos que constituyen los más deseados ensueños de la vigilia. La casi onírica visión de las pasiones más profundas que anidan en el interior de cada uno. Unas veces confesables y otras no tanto. Pero siempre privativas de ese territorio de libertad absoluta e inexpugnable al que nada ni nadie puede acceder, salvo con permiso expreso de quien lo sueña e imagina.

Ignoro si es así para todos, porque sólo conozco las mías; pero, en mi caso, confieso que suelen ser largas historias que mi mente proyecta como películas en las que las imágenes se suceden y agolpan, sin orden establecido, a veces superpuestas, pero en absoluta y excitante coherencia narrativa, sin otra exigencia de guión que la de aportarme la máxima satisfacción... sin límites ni censuras. Placer irrenunciable de breves minutos en los que flotando se puede vivir una eternidad. Un pequeño pliegue existencial que puede contener toda una vida en una miríada de sensaciones y emociones.

De una de esas hermosas historias, rescaté un delicado y fascinante instante para retenerlo congelado en la retina de la memoria que empieza a necesitar gafas para ver bien en la distancia del tiempo.

Para mí, este "Ritual de seducción", que pinté en 1974 y hoy comparto, es una de esas imágenes suaves y sugerentes. La bella mujer que, en su tocador, cepilla lenta y cuidadosamente sus largos cabellos, muestra al observador la delicada anatomía de su cuello y espalda mientras insinúa otras partes de su cuerpo no menos hermosas y deseables. La práctica del rito puede convertirse en mito perfumado con la fragancia del deseo secreto... ¿antes o después de ir al lecho? Quede la respuesta para el gusto de cada cual.

Aquí deposito la memoria de este fragmento de fantasía, con la esperanza y deseo de que estimule la de todos los amigos y visitantes de duplicART.

Gracias por vuestras miradas y estimulantes palabras, si deseáis hacer algún comentario, siempre bien recibido.


Gouache sobre cartón.
Formato: 66x65 cm
No disponible (puede duplicarse por encargo en formato a medida).


sábado, 23 de agosto de 2014

Arlequín y su compañera (ceras y óleo sobre táblex, 2002)


"Arlequín y su compañera". Copia facsímil de F. R. Mayoral, 2002.

Nada más desolador que la soledad acompañada. Nada más espeso y asfixiante que el pesado manto que se yergue como un muro entre dos seres que conviven en un momento sin compartirlo.

Ya no hay comunicación. El nosotros ha desaparecido arrasado por la intolerancia y el ego de ambos. Lo que otra vez fue fusión de ardiente pasión, ahora yace bajo las grises cenizas de un rescoldo frío y apagado que ni siquiera aviva la presencia de la absenta, el "hada verde", en la copa.

Picasso. "Arlequín y pareja"
Edward Hopper pintó como nadie ese patético sentimiento. El dramático realismo de las situaciones donde la soledad humana adquiere todo el protagonismo en el que los personajes son meros comparsas que la construyen con su ausente presencia o con la clamorosa presencia de su ausencia.

Pero Hopper no fue el único que plasmó tal estado. El maestro Pablo Picasso, nos regaló también esta triste metáfora poética en la que pueden percibirse dos almas navegando por sus propias aguas, ajenas a la compañía que físicamente les acompaña. Sumidas en sus propios espacios en un tiempo no compartido, vacío de amor.

Este cuadro del genio me impactó profundamente. Me hizo reflexionar y no pude resistir la tentación de copiarlo como exorcismo de un estado íntimo de mi propia existencia. Comencé el cuadro utilizando ceras y pastel, tal vez por fortuna, el impulso inicial remitió antes de que lo finalizase y permaneció inacabado durante varios años.

En 2002, lo desempolvé y terminé, utilizando el óleo. Hoy, después de una prolongada ausencia en este rincón que es de todos, lo traigo aquí, colgándolo en la pared de esta galería virtual, para exponerlo como recordatorio permanente de que vivir plenamente es compartirlo todo en feliz compañía... menos la soledad.


Cera y óleo sobre táblex.
Formato: 30x24 cm
No disponible (puede duplicarse por encargo en formato a medida).


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