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"Arlequín y su compañera". Copia facsímil de F. R. Mayoral, 2002. |
Nada más desolador que la soledad acompañada. Nada más espeso y asfixiante que el pesado manto que se yergue como un muro entre dos seres que conviven en un momento sin compartirlo.
Ya no hay comunicación. El nosotros ha desaparecido arrasado por la intolerancia y el ego de ambos. Lo que otra vez fue fusión de ardiente pasión, ahora yace bajo las grises cenizas de un rescoldo frío y apagado que ni siquiera aviva la presencia de la absenta, el "hada verde", en la copa.
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Picasso. "Arlequín y pareja" |
Edward Hopper pintó como nadie ese patético sentimiento. El dramático realismo de las situaciones donde la soledad humana adquiere todo el protagonismo en el que los personajes son meros comparsas que la construyen con su ausente presencia o con la clamorosa presencia de su ausencia.
Pero
Hopper no fue el único que plasmó tal estado. El maestro
Pablo Picasso, nos regaló también esta triste metáfora poética en la que pueden percibirse dos almas navegando por sus propias aguas, ajenas a la compañía que físicamente les acompaña. Sumidas en sus propios espacios en un tiempo no compartido, vacío de amor.
Este cuadro del genio me impactó profundamente. Me hizo reflexionar y no pude resistir la tentación de copiarlo como exorcismo de un estado íntimo de mi propia existencia. Comencé el cuadro utilizando ceras y pastel, tal vez por fortuna, el impulso inicial remitió antes de que lo finalizase y permaneció inacabado durante varios años.
En 2002, lo desempolvé y terminé, utilizando el óleo. Hoy, después de una prolongada ausencia en este rincón que es de todos, lo traigo aquí, colgándolo en la pared de esta galería virtual, para exponerlo como recordatorio permanente de que vivir plenamente es compartirlo todo en feliz compañía... menos la soledad.
Cera y óleo sobre táblex.
Formato: 30x24 cm
No disponible (puede duplicarse por encargo en formato a medida).